La violencia que sufren todos los días miles de mujeres mexicanas es un fenómeno que se oculta en la cotidianidad, que persiste porque vive arraigada en nuestras costumbres e instituciones, del que se sabe que "es un problema grave", pero no los lugares, las modalidades, ni la intensidad en la que ocurre.
"Visualizar la violencia contra las mujeres" es un proyecto que busca a partir de la investigación, el análisis y la visualización de distintas bases de datos, ofrecer una comprensión de mayor alcance sobre esta problemática.
Un recuento de la memoria, un análisis de los costos sociales y económicos, y tres historias, son las formas que elegimos para explicarte por qué la violencia en contra de las mujeres es un problema histórico, sistémico y generacional; uno cuya solución va a requerir sumar los esfuerzos de comunidades, instituciones y de cada uno de nosotros.
El camino recorrido ha sido largo, involucradas en todos los aspectos de la vida política y social del país, pero oficialmente relegadas y silenciadas. Las mujeres en México han sabido sortear prohibiciones y obstáculos para hacerse oír: desde Sor Juana Inés de la Cruz, poeta reconocida y feminista, hasta las madres que cada día buscan justicia por sus hijas desaparecidas.
Cuando se habla de los derechos de las mujeres por lo general se restringe al tema de derechos políticos, pero “lo personal es político”; y las dimensiones abarcan múltiples aspectos: desde defender la libertad para tomar decisiones sobre su proyecto de vida -por ejemplo el divorcio-, el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos, la igualdad salarial, hasta participar en la vida política del país -lo que engloba, por supuesto, al derecho al voto universal-. Y aunque hay grandes avances, en fechas recientes existe un viraje hacia la sobrevivencia, pues la ola de feminicidios y desapariciones da cuenta de que la peor de las violencias aún se ensaña contra las mujeres solo por el hecho de ser mujeres.
La violencia contra las mujeres implica cualquier hecho o vacío que dañe la dignidad, integridad o libertad de una persona por el solo hecho de ser mujer. Se expresa a través de distintos tipos y modalidades, que cuando son ejercidos contra las mujeres, reafirman los estereotipos de género que menoscaban sus derechos bajo un supuesto de supremacía masculina.
En La Data nos dimos a la tarea de recopilar las definiciones de cada una de estas modalidades, la investigación se basó en las legislaciones de distintos estados de la república, así como en la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV).
El resultado es un “Breviario de violencias” con el que esperamos visibilizar las diferentes maneras en las que ocurre la violencia de género.
Da click sobre alguna de las modalidades para conocer su definición.
En 2017, el costo que generó la violencia contra las mujeres en México fue de aproximadamente 407 mil millones de pesos, el equivalente al 1.89% del Producto Interno Bruto (PIB) de México en ese mismo año. Pero ¿estos números nos dicen algo? ¿Es mucho o poco?
Dicho costo resultó ser el 8.4% del Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2017, lo cual corresponde a casi seis veces el recurso previsto para los programas que tienen como objetivo impulsar, fortalecer, desarrollar y consolidar la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación en el país, o casi quince veces el recurso etiquetado para atender y ejercer la igualdad entre mujeres y hombres en todo el territorio nacional.
Si bien, la violencia contra las mujeres ha sido señalada como uno de los problemas más graves y constantes en México, pocas veces se hace referencia a los costos económicos que genera.
Sin embargo, cada vez que una mujer es maltratada, golpeada, humillada, discriminada o violada es muy probable que deba gastar dinero en atenderse, ya sea porque tenga que pagar consultas médicas, terapias psicológicas o porque tenga que transportarse para ir a denunciar; incluso puede dejar de percibir ingresos al no ir a trabajar o gastar en el cuidado de los niños; también puede perder la vida, lo que implica no contar con su contribución al desarrollo de la familia y de la sociedad. Ser víctima de estos tipos de violencia puede resultar muy caro.
Por otra parte, el gobierno debe invertir dinero para poder otorgar atención médica, darle seguimiento a los procesos legales y sostener a los culpables en prisión. Pero más allá de estos gastos, está también el sufrimiento no visible en ellas y el impacto en su calidad de vida y bienestar.
Hoy en día hay quienes todavía creen que después de que se violenta a una mujer, su vida continuará como si nada hubiese pasado, pero la realidad nos revela que esto no es así. La violencia contra las mujeres trae siempre consigo graves consecuencias, desde ocasionar daños psicológicos, sexuales y físicos hasta provocar la muerte.
Basta con mirar cómo fue la tortura sexual que vivieron las mujeres en San Salvador Atenco durante el operativo realizado en mayo de 2006 por parte de policías y otros funcionarios públicos o el feminicidio de la joven Lesvy Berlín, estudiante de la UNAM, asesinada el 3 de mayo del 2017 en Ciudad Universitaria y a quién autoridades capitalinas criminalizaron.
En este sentido cabe preguntarse ¿nos afectaría un abuso sexual perpetrado en contra nuestra como le afectó a Italia, una de las mujeres torturadas sexualmente durante la represión en Atenco? o ¿podríamos ignorar el dolor y la impotencia por la muerte de un ser querido debido a un feminicidio, como lo está viviendo y sufriendo la familia de Lesvy? Si todo esto nos ocurriera ¿nuestras vidas podrían seguir siendo las mismas?
Aunque poco o nada se discute, son situaciones que continúan ocurriendo en México, que ya causaron demasiados daños, y lo peor, la mayoría de estos casos siguen aún sin poder acceder a la justicia.
En los primeros seis meses del 2017 se denunciaron en el país 16,631 delitos sexuales, de los cuales 6,444 fueron casos de violación –6.2% más respecto al 2016 durante ese mismo periodo–. Esto es, una denuncia de violación aproximadamente cada hora.
Pero volviendo a la pregunta inicial: ¿estos números nos dicen algo? la respuesta es, sí. Nos hablan de la persistencia del problema, de los obstáculos para el desarrollo de un país y de la alteración de los modos de vivir.
Tan persistente es el problema de la violencia contra las mujeres en México, que el número de mujeres de quince años o más que sufrieron violencia a lo largo de su vida, pasó del 62.8% en 2011 al 66.1% en 2016, según las estadísticas reveladas por la Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de Las Relaciones en Los Hogares (ENDIREH 2016).
En México dos de cada tres mujeres mexicanas de quince años o más vivieron condiciones de violencia.
De cada 100 mujeres en México de 15 años o más, 42 sufrieron violencia de 2015 a 2016. Sorprende saber que de esas 42 mujeres, solo dos solicitaron algún tipo de ayuda médica, psicológica o legal, como consecuencia de los diferentes tipos de violencia: familiar, escolar, comunitario, laboral y de pareja.
En las siguientes gráficas se desglosa el número y porcentaje de mujeres violentadas que solicitaron algún tipo de apoyo de 2015 a 2016, según los entornos donde ocurrió la violencia. Por ejemplo, si uno quiere conocer cuántas mujeres solicitaron ayuda médica en violencia familiar, encontrará que fueron el 19% -siendo el 1% equivalente a 1,527 mujeres-. Por otra parte, es importante subrayar que además de la ayuda médica, hay un porcentaje menor que también solicitó otros tipo de ayuda.
Así que, los datos pueden tener una combinación de hasta tres tipos de ayuda. Las barras radiales en la parte inferior solamente dimensiona la cantidad total de mujeres que solicitaron este tipo de ayuda.
Haz click en un tipo de ayuda para conocer el numero de mujeres que solicitaron este apoyo.
Por otro lado, el número de mujeres fallecidas por homicidio pasó de 2,383 en 2015 a 2,813 en 2016, es decir, un aumento del 18%, según las actas de defunción del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). A todo esto, hay que sumarle las mujeres desaparecidas, que en el 2017, que fueron 1,745 (83% más respecto al 2015) según datos del Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas.
En 2016, casi 8 mujeres fueron asesinadas diariamente.
Y no, ellas no se lo buscaron. Aun cuando en algunos medios se maneje que ellas tuvieron la culpa, y se les acuse por haber “provocado” al violador, al asesino, al golpeador, por la ropa que vestía, su actitud o el lugar en donde se encontraban. Sin embargo, poco reflexionan o critican el hecho de que toda esta violencia es provocada por una estructura patriarcal de la cual formamos parte.
Un claro ejemplo de ello se puede ver en los comentarios y opiniones machistas de autoridades gubernamentales y líderes de opinión, quienes al atender el caso de la muerte Lesvy Berlín, la culparon y responsabilizaron continuamente de su propia muerte: al decir que era “alcohólica, que había abandonado la preparatoria, que salía de madrugada, que no estudiaba y que se drogaba dentro de la universidad” (Ni UNA Menos Justicia para el feminicidio de Lesvy Berlín, UNAM, 2017). Todo esto sin antes advertir que se trataba de un feminicidio.
Bien podríamos concluir entonces que el sistema en el que vivimos, cuida y protege al violador, al asesino, al golpeador, mientras que a las víctimas las condena y las convierte en culpables de toda su tragedia, pues en esta estructura, para ellas no hay derecho a expresarse y decir: ¡Ya basta, nosotras no nos lo buscamos!
Cierto es que las mujeres no buscaron ser violentadas, como tampoco buscaron hacer un gasto para atender dicha violencia. Por eso, al hablar de la violencia contra las mujeres, también se debe hablar de los costos económicos que genera.
Para estimar tales costos en México, el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG UNAM) y la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) realizó un estudio donde trató de estimar el costo de la violencia contra las mujeres en México mediante los datos de la ENDIREH 2011 con proyecciones de Conapo para 2015. Su metodología consiste en calcular los gastos monetarios que realizan las mujeres en atención médica, psicológica y legal; por actividades de cuidado y domésticas; pérdidas por ausencia laboral o descuentos por retardos como consecuencia de la violencia en pareja; los costos funerarios de las mujeres fallecidas por feminicidio u homicidio; el gasto del estado por recluir al agresor (suponiendo que estuvieron sentenciados durante el año de estudio); el gasto institucional en programas de prevención y sanción de la violencia contra las mujeres (Gobernación, Salud, Desarrollo Social y Procuración de Justicia).
Recientemente se liberaron los datos de la ENDIREH 2016 y en La Data nos dimos a la tarea de estimar el costo de la violencia hacia las mujeres a partir de estos nuevos datos. Adicionalmente se consideraron aquellos derivados de la violencia en el ámbito familiar, escolar, laboral y comunitario (que no fueron consideradas en el análisis del PUEG/Conavim).
Sin embargo, como señala la Maestra Hilda Rodríguez en entrevista para La Data y quien coordinó el estudio en 2015, los resultados están limitados por la información que nos proporcionan las encuestas. Es de esperar entonces que una nueva estimación sobre cuánto le cuesta a la mujer atender dicha violencia sea parcial. Aun así, nos permite reconstruir y estimar parte de los costos y sobre todo, conocer cuanto más pierden las mujeres en México.
En las gráficas que a continuación se presentan podrás ver la estimación de los costos económicos para los diferentes ámbitos de violencia. Hay dos estimaciones que son: la del costo económico potencial y la del costo económico directo.
La principal disparidad entre estas dos estimaciones es porque en la de “costo directo” se consideraron sólo a las mujeres que declararon haber buscado ayuda, mientras que en la estimación del “costo potencial” consideramos que el 100% de las mujeres violentadas habrían buscado apoyo psicológico. Esto último es porque las mujeres de alguna forma buscan atenderse en lugares que muchas veces desconocemos, pero que se traduce en atención.
Para ver más a detalle cómo se realizaron las distintas estimaciones consulta las notas metodológicas (Nota 1, Nota 2).
Lo que vemos son grandes pérdidas, no solo para las mujeres sino también para la sociedad.
Si únicamente tomáramos la violencia que se ejerce en los ámbitos de pareja, familiar, comunitario, trabajo y escuela, una mujer violentada gastaría en promedio 20 mil 391 pesos anuales. Dinero que bien le podría servir para comprar mensualmente un poco más de una canasta básica alimentaria durante todo el año o bien para completar otras necesidades que a menudo no se le permite realizar.
El que no pueda atender esas otras necesidades conlleva a que las mujeres se vean muchas veces imposibilitadas a crecer, lo que afecta al desarrollo de toda la sociedad. Si el propósito del desarrollo es ampliar las posibilidades de todos y todas, la continua exclusión y agresividad contra ellas es una distorsión total de ese objetivo.
Mónica Zárate, experta en violencia de género y directora general de la Organización Bitácoras Liderazgo Social con Equidad, y quien también formó parte del equipo del PUEG UNAM, afirma que:
Muchas veces las mujeres al ser violentadas pierden sus trabajos, gastan mucho en transporte para hacer el seguimiento de su caso, y en caso de violencia extrema da lugar a que tengan que salir de la entidad o del municipio o de la comunidad, ocasionando a que renuncien a su patrimonio, que afecta no sólo a ellas sino a sus hijos, quienes pierden la escuela y sus actividades cotidianas. Eso también representa un gasto, y no sólo eso, el tejido social que habían construido se descompone; se alejan de la familia, de los amigos, etc.”
Por eso, las investigaciones sobre los costos de la violencia contra las mujeres en México, nos permiten conocer el impacto negativo que tienen en la economía del país, su desarrollo y en el de cada una de las personas que lo habitan.
Si no existiera la violencia, con el dinero que invirtió el gobierno mexicano en 2017 para erradicarla y prevenirla (Anexo 13. Erogaciones para la igualdad entre mujeres y hombres), que fue de poco más de 1,424 millones de pesos, se podría haber promovido una mayor participación de las mujeres en los sectores creativos, educativos y productivos de México.
Para dar una idea de esto, se podrían pagar las becas anuales de 11,492 estudiantes de maestría (considerando que el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología otorga becas de maestrías anuales de 123 mil pesos) o los salarios anuales de 14,405 maestras de educación primaria (suponiendo que una maestra de educación primaria federal gana de sueldo base 92 mil pesos anuales) o de 16,472 médicas generales (tomando el sueldo base para un médico general en el Instituto Mexicano del Seguro Social de 86 mil 448 pesos).
Sin embargo, mientras siga existiendo violencia contra las mujeres en el país, el gobierno mexicano tiene que invertir parte del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para eliminarla. En los últimos años dicho presupuesto se ha visto reducido, situación que ha señalado el Frente Feminista Nacional en su análisis de los recursos etiquetados para la igualdad entre mujeres y hombres en el PEF 2016-2018.
Resulta que el Ramo 04 Gobernación, en el programa E015 para Promover la Atención y Prevención de la Violencia contra las Mujeres pasó de recibir 197 millones de pesos en 2015 a 171 millones en 2017. Mientras que el presupuesto del Programa de Apoyo a Instancias para Mujeres en Entidades Federativas (PAIMEF) pasó de 303 millones a 250 millones de pesos. Y esto sin considerar que debido a la inflación, estos recurso alcanzan para menos cosas.
Si bien, hay mujeres en diferentes instancias gubernamentales –involucradas en la atención a la violencia y la desigualdad de género-– dispuestas a cambiar las cosas, las decisiones muchas veces no dependen de ellas sino de quienes administran nuestros recursos, que no necesariamente tienen la preocupación de atender la violencia contra las mujeres, como comenta la maestra Hilda:
“Hay quienes en el gobierno están utilizando los recursos de otra forma, al grado de disminuir efectivamente los recursos para los próximos años, a pesar de ver la gravedad del asunto, de ver la constancia de la violencia contra las mujeres y la disminución de su esperanza de vida. No se están tomando las medidas adecuadas, no se están realizando políticas públicas contra esta violencia de manera que realmente sea una respuesta al problema y en general contra la delincuencia”.
No contentos con tal reducción, en Michoacán, el Congreso aprobó un ejercicio en el Presupuesto Fiscal de la entidad que ignora y desprecia totalmente a las mujeres, ya que ahora, si ellas quisieran comprobar que fueron violentadas, deberán costear tres certificados (uno de violencia física, uno violencia psicológica y un estudio de visita domiciliaria emitido por la procuraduría estatal) de 472 pesos cada uno.
“Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos, sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y analista de arriba” (Subcomandante Marcos).
Es nuestra obligación comenzar a cambiar nuestra manera de pensar en torno al problema, cuestionarlo y ver cómo fue que llegamos a ello. Como comenta la maestra Hilda:
“Si una mujer sufre violencia, ni siquiera se habla al interior de los hogares, es muy difícil encontrar familias que lo enfrenten[...] Son problemas que se van arrastrando sin que se confronten y una evidencia es que tampoco se habla de sus costos, no se asume como una responsabilidad social, familiar y gubernamental.”
Si no cambiamos nuestra forma de pensar vamos a seguir reproduciendo la violencia. Y no solo los escenarios mencionados previamente, sino, todos los posibles.
También es importante no quedarnos nada más en un cambio pasivo sino reconocer que somos y hemos sido parte del problema, y que ahora más que nunca debemos ser congruentes y partícipes de su eliminación.
Claro, para nada es fácil ni mucho menos lo será más adelante, pero como se menciona en La lucha por los derechos de las mujeres en México: “El andar debe ser colectivo: cuando se está organizado es cuando mayores avances se han logrado”.
Ejemplos hay algunos, como el de las mujeres zapatistas de Chiapas, que después de alzarse en contra del gobierno en 1994 por causa de la pobreza, explotación, humillación y discriminación, ahora discuten, comparten, reformulan, cambian, participan, y están en puestos donde antes solo estaban los hombres.
A decir de algunas de ellas: “Con nuestros cargos ahí vamos aprendiendo”, “poco a poco nos damos ejemplo que sí podemos”, “ya tenemos derecho de participar como mujeres” (Sylvia Marcos, 2011).
También se encuentran ejemplos como el de las mujeres mapuches en Chile, las mujeres kurdas o de los movimientos feministas y de muchas otras mujeres organizadas de México y el mundo.
Es en colectivo que maestras, amas de casa, doctoras, licenciadas, ingenieras, científicas, activistas, estudiantes, artistas, ambientalistas, trabajadoras, de pueblos originarios, entre muchas otras pueden defender, dirigir y enfrentar toda esta tragedia, pues la condición de género las agrupa a todas y sobre ellas recae una violencia que las cosifica y las invisibiliza.
Esta violencia no son meramente feminicidios y desapariciones, es una violencia histórica y sistémica que ha ocasionado una desigualdad enorme para las mujeres. Hay una tarea muy grande para revertir esto, y para ello no habrá otra salida que cuidarnos y organizarnos como sociedad.
Edición y Coordinación: Oliver Morales || Investigacion y Redacción: Gisela Martinez y Wilant Gomari || Análisis de datos: Daniel Gomez y Erandi Flores Romero || Diseño de información: Rocío Arias Puga || Implementación: Irving Morales y Emmanuel Landa