a 50 años del primer

-alunizaje-

En 1969, la mayor parte del mundo vio cómo los astronautas de la misión espacial Apolo 11, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, aterrizaron en la superficie lunar; convirtiéndose así en los primeros seres humanos en realizar tal hazaña.

Los astronautas habían despegado el 16 de julio de 1969, en el cohete Saturno V, desde la plataforma LC 39A a las 10:32 hora local del complejo de Cabo Kennedy, en Florida, Estados Unidos. En ese entonces Neil Armstrong, de 38 años de edad, era el comandante de la misión, Buzz Aldrin, de 39 años, el piloto del módulo lunar, y Michael Collins, de 38 años, el piloto del módulo de mando, quién se quedaría orbitando alrededor de la Luna a la espera de sus dos compañeros.

Cuatro días después, el 20 de julio de 1969, Armstrong se convertiría en el primer hombre en pisar la Luna, al Sur del Mar de la Tranquilidad (Mare Tranquilitatis), en un acontecimiento histórico que se retransmitió en todo el planeta y que la prensa mundial se dedicó a cubrir. Una travesía que le dio la ventaja a los Estados Unidos frente a Rusia en la llamada Guerra Fría.

Finalmente, el 24 de julio de 1969, los tres astronautas volverían a tierra y caerían en el Océano Pacífico. Sin embargo, nada de esto hubiese sido posible sin el desarrollo tecnológico y científico que empujó la rivalidad entre estas dos grandes potencias para definir quién era el mejor.

-créditos-

Erandi Flores

Investigación

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Diseño de Información

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Investigación y textos

Daniel Gómez

Investigación y desarrollo web

Oliver Morales

Coordinación y edición

-referencias-

-llegar a la luna-

“—Mucho se ha estudiado la Luna —repuso Barbicane—; su masa, su densidad, su peso, su volumen, su constitución, sus movimientos, su distancia y el papel que en el mundo solar representa están perfectamente determinados; se han formado mapas selenográficos con una perfección igual y tal vez superior a la de las cartas terrestres, habiendo la fotografía sacado de nuestro satélite pruebas de una belleza incomparable. En una palabra, se sabe de la Luna todo lo que las ciencias matemáticas, la astronomía, la geología y la óptica pueden saber; pero hasta ahora no se ha establecido comunicación directa con ella”

Lo anterior es un extracto que se puede leer en uno de los principales párrafos que dan cuerpo a la novela De la Tierra a la Luna, del gran escritor Julio Verne, publicada en 1865, y en la que se relata con prosa admirable y científica la travesía de lanzar una bala a la Luna.

De acuerdo con el libro, para Barbicane, presidente del Gun Club (una sociedad de expertos en balística), la forma para llegar a tan importante hazaña resultaba sencilla, fácil, segura e infalible, en donde solo se debía construir un aparato resistente al poder expansivo de la pólvora y dotar al proyectil de una velocidad inicial de 11 mil metros por segundo (equivalente a 32 veces la velocidad del sonido o 107 veces de la velocidad de un coche de carreras de la Fórmula 1), dirigido a la Luna. Por lo que Barbicane invitaba a sus colegas del Gun Club a intentar este pequeño experimento.

Sin embargo, lanzar un artefacto a la Luna en la época en la que fue escrita esta novela, era algo impensable. Tan fue así, que tuvieron que pasar 94 años, cuando en 1959 la Unión Soviética impactó por primera vez la superficie lunar con un satélite artificial; 10 años después, lo haría Estados Unidos, pero esta vez con la primera misión tripulada, logrando lo que Barbicane había dicho a sus congéneres: acercar la Tierra y su satélite, aunque no por medio de una bala sino con la llegada de uno de nosotros.

¿Es posible enviar un proyectil a la Luna?

Esta era una de las preguntas que los del Gun Club hacían a los astrónomos expertos del Observatorio de Cambridge, en Massachusetts, Estados Unidos, según narra la novela. En aquel tiempo uno de los grandes problemas era crear las posibilidades de escapar de la gravedad de la Tierra. También el célebre autor de ciencia ficción H. G. Wells, retoma este problema en su escrito Los primeros hombres en la Luna a de 1901, el cual relata el viaje a la Luna por parte de Mr. Bedford y el científico Dr. Cavor. Este último, seguro algunos recordarán, porque inventaría la sustancia antigravitatoria "cavorita", una sustancia con la que Wells anularía los efectos de la gravedad terrestre para que sus personajes pudieran viajar en una nave espacial hacia la superficie lunar.

Si bien la novela de Julio Verne describe todos los conocimientos de la época para que un proyectil pudiera llegar a la Luna, como la distancia exacta que separa a la Tierra de Luna (398,396 km en el apogeo y 352,277 km en el perigeo), la velocidad que debería llevar el proyectil (11,000 m/s), la duración del viaje (9 horas si mantiene la velocidad inicial, pero debido a la disminución continua, esta sería de 96 horas aproximadamente), la posición más favorable de la Luna para que el proyectil la alcance (el perigeo cuando la Luna pasa por el cenit), la alineación del cañón (en el cenit del lugar en el que se realice el lanzamiento comprendido entre 0° y 28° de latitud Norte o Sur), etcétera; la dificultad en la novela tenía que ver con en el diseño del cañón y el proyectil, y una vez resuelto esto según Julio Verne, se podía contrarrestar la gravedad, salir al espacio y llegar a nuestro satélite natural, lo cual estaba alejado de la realidad.

Fue hasta a principios del siglo XX que se logró concebir una manera de escapar de la fuerza gravitatoria de la Tierra, primero con las ideas de Konstantín Tsiolkovski, quien desarrolló una ecuación matemática de escape y propuso cómo podrían funcionar los cohetes lanzados al espacio, mediante propulsores líquidos y en varias etapas. Robert Goddard y Hermann Oberth fueron los primeros en intentar lanzar cohetes de propulsión líquida al cielo. Además, Oberth determinaría que las naves de múltiples etapas serían necesarias para los viajes espaciales y que cada etapa tendría sus propios motores.

Estas últimas ideas, a diferencia de lo que proponía el Gun Club (de utilizar un gran cañón de 274 m de largo y un peso de 68,040 toneladas, una bala de 9,071 kg y 725,747 kg de pólvora como explosivo), serían utilizadas en la carrera espacial para llegar a la Luna, y tendrían como protagonistas en esta travesía a la URSS y los Estados Unidos.

URSS vs Estados Unidos

La llegada a la Luna, aun cuando nos permitió conocer más acerca de nuestro satélite, pues entendimos más sobre las rocas, los cráteres, la composición química de su superficie...Esto se logró en el contexto competencia por el desarrollo tecnológico y militar de los Estados Unidos, conocido como el “bloque capitalista” y de la URSS, el “bloque comunista”.

Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en 1945, tanto los Estados Unidos como la URSS eran las naciones vencedoras y más fuertes del momento. A pesar de que habían sido aliadas para derrotar el fascismo, iniciaron lo que se llamó Guerra Fría, es decir, una guerra de propaganda entre el comunismo y el capitalismo, que derivó en grandes avances tecnológicos bélicos y científicos para ambas naciones. A pesar de que no fue un enfrentamiento con armas y soldados, en esta guerra se disputó el poder económico y geopolítico mundial. Luego, la tensión se fue centrando en la carrera del espacio, ya que se utilizó como altavoz para decir al mundo qué nación era la mejor.

El periodo de la carrera espacial comprendió los años de 1957 a 1976. En estos años los soviéticos fueron líderes en la carrera del espacio y ganaron algunas etapas, como enviar al espacio el primer satélite artificial (Sputnik, 1957), el primer perro (Laika, 1957), el primer hombre (Yuri Gagarin, 1961), la primera mujer (Valentina Tereshkova, 1963), y realizaron la primera caminata espacial (Alekséi Leónov, 1965), entre otros. Logros que pusieron bajo presión a los Estados Unidos y evidenciaron una posible inferioridad tecnológica. Pero los norteamericanos no se quedarían atrás, también lanzarían tripulaciones al espacio y no solo eso, lograrían llegar a Luna con una tripulación a bordo en la misión Apolo 11, lo cual sucedería el 20 de julio de 1969 y, a las 2:56 del día siguiente, Neil Armstrong daría el primer paso en la Luna. Después de ese periodo, se cancelarían los recursos y los programas para viajar a la Luna serían olvidados.

Lo que sabíamos, sobre el conejo y nuevas interrogantes

Si alguien se preguntara cuando comenzó la exploración lunar, se podría decir que en el siglo XVI, cuando Galileo Galilei observó por primera vez de cerca nuestro satélite natural. A través de su telescopio de refracción (un instrumento inventado por él) se dio cuenta que la Luna tenía cráteres, montañas y planicies en su superficie, y aportó nuevos conocimientos a lo que ya se conocía, como el de que era un simple objeto esférico y opaco que reflejaba la luz del Sol y rotaba con la misma velocidad a la que lo hacía la Tierra o más aún de un ente místico o deidad.

Por ello, se cree que con Galileo la Luna perdió su carácter mágico -que muchos pueblos y naciones le atribuían siglos atrás-, ya que pasó de ser una deidad a un interesante cuerpo celeste. Los egipcios, por ejemplo, llamaban a la Luna Isis, Reina de los dioses y diosa de la maternidad y del nacimiento; los fenicios, la nombraban Astarté, diosa de la naturaleza, la vida y la fertilidad; los griegos, Febe, madre la Clarividencia; mientras que en la tradición mesoamericana era conocida como Metztli, diosa mexica y reina de la noche, quien controlaba el agua, las tormentas y las inundaciones, e Ixchel, diosa maya que estaba asociada también con el agua, la fertilidad, la maternidad, por mencionar algunas deidades.

Otro aspecto que no era y que persiste hoy en día en distintas culturas a pesar de sus latitudes, es la percepción que se tenía y se tiene sobre un conejo o una liebre agazapada en la cara iluminada de la Luna. De acuerdo con el historiador Alfredo López Austin, esto puede deberse a la simple coincidencia, donde las formas de percepción interior de las personas se conjugan con la realidad externa y, entonces, los cráteres lunares producen sombras que pueden hacer creer a las personas descubrir un pequeño mamífero agazapado. Sin embargo, para López Austin, los mitos podrían explicar en un primer momento la presencia del conejo en la cara de la Luna. Como ejemplo, el también antropólogo retoma un mito de los mexica, registrado por Fray Bernardino de Sahagún en el siglo XVI:

Se dice que antes de que existiese la luz solar se reunieron los dioses en Teotihuacan y se preguntaron quien se haría cargo de iluminar el mundo. Un dios rico, llamado Tecuciztécatl (El Originario del Lugar del Caracol Marino), se ofreció para alumbrar la superficie de la Tierra; pero los dioses deseaban que lo acompañará otro candidato. Nadie manifestó el valor de hacerlo, y cada uno de los que eran propuestos se excusaba. Los dioses hablaron por fin a un dios pobre y enfermo, Nanahuatzin (El Buboso), diciéndole: “Sé tú el que alumbres, bubosito”, y el dios enfermo aceptó el cometido.

[...] Los dioses pidieron a Tecuciztécatl que se arrojara primero. Como dios rico, le correspondía tal honor. Tecuciztécatl trató de lanzarse a la hoguera; pero se arredró al sentir el calor de las llamas. De nuevo lo intentó, fracasó y retrocedió en cuatro ocasiones. Entonces, como no era permitido hacer un quinto intento, los dioses se dirigieron al dios enfermo: “¡Ea pues, Nanahuatzin, prueba tú!” El dios enfermo cerró los ojos y se arrojó al fuego al primer intento, provocando el crepitar de la hoguera. El dios rico, arrepentido de su cobardía, siguió a su compañero. Ambos fueron consumidos por las llamas.

Tras la cremación de Nanahuatzin y Tecuciztécatl, los demás dioses se sentaron para esperar el nacimiento del Sol. Todo el cielo estaba enrojecido por el alba; pero los dioses no sabían por dónde surgiría el astro. Algunos, entre ellos el dios del viento (Quetzalcóatl), acertaron al decir que el Sol nacería por el oriente. Salió por fin Nanahuatzin con todo su fulgor, convertido en Sol, y después salió Tecuciztécatl como la Luna, también por el oriente y con la misma intensidad de luz.

Los dioses quedaron perturbados. No era conveniente que hubiera en el cielo dos astros que alumbraran con igual fuerza. Por ello acordaron que el brillo de la Luna fuera disminuido, y uno de los dioses fue corriendo a golpear con un conejo la cara de Tecuciztécatl. Desde entonces su luz quedó ofuscada y la cara del astro conservó la mancha oscura del golpe del cuerpo del conejo.

Según el historiador, aun cuando este mito haya sido transmitido durante siglos por otros pueblos mesoamericanos (mayas, zapotecas, mixtecos, mexicas, huastecos, purépechas...), no es posible afirmar del todo que fue el mito el que produjo que los pueblos mesoamericanos percibieran un conejo en el rostro de la Luna, ya que hay formas de percepción de la realidad que tienen un una permanencia mayor al de los propios mitos, puesto que “existe todo un complejo de creencias y prácticas que incluye la idea de que allá, en la Luna, está el pequeño mamífero o su huella. Y este complejo de creencias y de prácticas está ligado a la vida productiva cotidiana del indígena, a sus actos rituales, a sus ideas sobre el funcionamiento del cuerpo, etcétera”.

Aunque el conejo está en la Luna, el experto subraya que en las culturas mesoamericanas “el conejo es el animal relacionado al licor fermentado (el pulque), con el sur y con la naturaleza fría de las cosas; y la Luna es el astro relacionado con la embriaguez y con las transformaciones de los procesos de fermentación, con la menstruación y el embarazo”. Por lo que, “mucho más son los vínculos entre los dos seres en las concepciones de los antiguos mesoamericanos, y buena parte de estas ideas siguen existiendo entre los indígenas del México actual”.

De esta manera, se observa que para algunas culturas hay otro tipo de conocimiento y relación con la Luna, más allá de que para la ciencia se trate de un cuerpo celeste y se tenga el pleno conocimiento de sus movimientos, o existan mapas exactos de su superficie, o se entienda más sobre el origen de los cráteres por el impacto con meteoros, o se conozca que no hay atmósfera, que la intensidad de su luz es 300,000 veces más débil que la del Sol, o su relación con las mareas, que su calor no ejerce efecto alguno sobre la Tierra, o sobre su origen debido a un gran impacto en el cual la Tierra desprendió una gran cantidad de material que comenzó a girar alrededor de ella y posteriormente se condensó.

Por otro lado, pese a todo este conocimiento (científico y ancestral), siguen existiendo todavía preguntas acerca de nuestro satélite natural. Por ejemplo, la hipótesis del origen sigue siendo un caso abierto, también otra pregunta es acerca de la existencia de agua, líquido indispensable para la vida y necesario si un día se piensa habitar nuestro satélite natural.

Apolo 11 y la conquista lunar

Viajar a la Luna fue siempre una fantasía para la humanidad, hasta que un día el ser humano decidió emprender el vuelo y desafiar la gravedad. Entonces, la Luna quedó al alcance de quien se atreviera a construir la máquina que lo lograra llevar hasta allá. Solo era cuestión de tiempo, de perseverancia y de resolver cada uno de los problemas en su extenso trayecto, como, por ejemplo, el prever la forma de dar el primer paso en el vacío sin vida del espacio exterior, porque sin superar eso nadie se hubiera atrevido a realizar un viaje insensato de la Tierra a la Luna. Además, de superar, por ejemplo, los obstáculos de comunicación y transmisión inalámbrica entre los astronautas en la Luna y la Tierra; realizar los videos con voz e imágenes, los cuales serían la prueba de tan importante logro; asimismo, construir los trajes espaciales adecuados y el cohete que viajará hasta la Luna.

Ya la URSS había dado el primer paso al enviar el primer satélite al espacio y colocarlo en la órbita terrestre, luego otro paso lo dio lanzando a la perra Laika y al primer ser humano, el astronauta Yuri Gagarin. Por ello, en 1962, el presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, al ver que los rusos en 1961 los aventajaban en la carrera al espacio, decidió lanzar un mensaje a los estadounidenses para no quedarse atrás: el de ir a la Luna antes de que finalizara la década. Sin embargo, en 1963 sería asesinado y tras su muerte algunos rechazarían la idea, pues no había motivo para enviar un ser humanos a la Luna, ya que lo único que se conseguiría serían solo rocas; mientras que otros sabían de la relevancia de que la humanidad pisara la Luna, pues marcaría un hito en la historia del mundo. Fue así que los norteamericanos decidieron llegar a la Luna antes que los soviéticos, pero se encontraron compitiendo por el segundo puesto, ya que los soviéticos habían avanzado de manera considerable y habían lanzado en ese año a la primera mujer al espacio, Valentina Tereshkova, por lo que los soviéticos superaban ampliamente a los estadounidenses en su programa espacial.

Las dos potencias sabían que antes de acercarse a la Luna era importante acumular horas de vuelos espaciales tripulados, por lo que necesitaban diseñar diferentes programas espaciales para lograr tal travesía. Los programas para los soviéticos fueron Vostok, Voskhod y Soyuz, mientras que para los estadounidenses Mercury, Gemini y Apolo.

La pregunta que ahora se hacían los estadounidenses era si existía la posibilidad enviar un ser humano a la Luna antes de que finalizara la década, ya que era necesario primero hacer entrar en órbita a un ser humano (los soviéticos ya lo habían hecho con Yuri Gagarin en la misión Vostok 1 en 1961); luego un paseo espacial, con lo cual necesitaban fabricar un traje para proteger al astronauta en el exterior, que sirviera para moverse, entrar y salir de la nave, que serviría también para caminar en la superficie lunar; realizar un encuentro de dos naves en órbita y acoplarlas; un vuelo de larga duración que permitiría ir a la Luna y volver, donde además se necesitaría resolver el efecto fisiológico de los cosmonautas en gravedad cero; y por último el adiestramiento de un montón de astronautas.

Al ver que el cosmonauta de la URSS, Alexei Leonov (1965), realizaba la primera caminata en el espacio con la misión Voskhod 2, los norteamericanos deciden acelerar los programas hacia la Luna, por lo que meses después, con la misión Gemini 4, realizan también la caminata espacial a cargo del cosmonauta Edward H. White. A pesar de la desventaja, los estadounidenses están convencidos de que van a ganar la carrera espacial. Por lo que, inmediatamente comienzan los preparativos de la misión Apolo. Sin embargo, al tener los primeros ensayos en el Apolo 1, sucede un incendio en el módulo de comando de la nave, causando la muerte a sus tres tripulantes, los astronautas Edward H. White, Roger B. Chaffee y Gus Grissom. Éste último sería el primer astronauta norteamericano en viajar al espacio en los tres programas espaciales de la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos por siglas en inglés, creada el 29 de julio de 1958), lo que provoca un desolador panorama para los norteamericanos.

Por su contraparte, un año más tarde, los soviéticos reciben también una dura noticia, el líder de su programa espacial, Serguéi Koroliov, muere al realizarle una operación y tras su muerte devienen los primeros fracasos de su programa Soyuz, un programa destinado a poner un astronauta soviético en la Luna, ya que el cohete N-1 empleado para la misión no lograría funcionar con efectividad, puesto que las pruebas de lanzamiento terminarían con estruendosas explosiones. En cambio, para los Estados Unidos comienzan los primeros logros; consiguen por primera vez en 1968 la potencia suficiente para escapar de la gravedad terrestre y entrar en la órbita lunar con una tripulación a bordo. Esto los pone cerca de lograr su anhelado objetivo: llegar a la Luna.

A pesar de los fallos del Soyuz, en 1969, los soviéticos logran realizar el primer intercambio de una tripulación en órbita, desde el Soyuz 5 a la Soyuz 4. Este sería la última conquista para la URSS en una misión tripulada antes de la llegada del primer ser humano en la Luna.

En ese mismo año, los norteamericanos creen estar listos para llegar a la Luna y lanzan el 16 de julio de 1969 la misión Apolo 11 con el cohete Saturno V, un cohete formado de varias etapas, las cuales se desprendían minutos después de ser lanzado una vez que consumía todo el combustible. Tenía una altura de más de 110 metros, un diámetro de 10 metros y un peso de casi 3 mil toneladas, donde más 2 mil toneladas correspondía solo al combustible para el despegue. Cuatro días después, los norteamericanos logran el primer alunizaje en la historia de la humanidad, que les asegura una gran victoria en la carrera espacial. El 21 de julio, Neil Armstrong, da el primer paso en la Luna y expresa : “Este es un pequeño paso para un hombre, un gran salto para la Humanidad". Minutos después, Buzz Aldrin desciende para la exploración Lunar y Michael Collins (el tercer astronauta de la tripulación) se queda orbitando alrededor de la Luna en el Módulo de Comando Columbia, a la espera de sus dos compañeros.

En ese mismo día la noticia de la llegada a la Luna no se hace esperar y las primeras planas de los más importante diarios internacionales cubren la hazaña, en los cuales se puede ver las primeras imágenes de un ser humano sobre el satélite y las transcripciones de las conversaciones llevadas a cabo entre los astronautas y la base en la Tierra. El New York Times en su primera plana del 21 de julio de 1969 lleva por título: “El hombre camina en la Luna”; el Il Messaggero (Roma): “ Luna Primo Passo”; y el The Guardian: En la Luna después de un perfecto aterrizaje. Y de manera indirecta se da como vencedor a los Estados Unidos.

El 24 de julio de 1969 los astronautas vuelven a la Tierra y tras un exitoso alunizaje, su cápsula aterriza en el Océano pacífico, donde segundo después son asistidos por un portaaviones de la Guardia Naval estadounidense.

A diferencia de la bala del Gun Club y su viajeros lanzados en el proyectil, quienes solo orbitaron la Luna y no llegaron a ella. La misión Apolo, pese a que hubieron algunas fallas, si lograron llegar a nuestro satélite natural y con ello abrieron el panorama de la exploración espacial, así como posibilidades para otra gran travesía: viajar a Marte.

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